τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 26 de julio de 2009

Pedaleando por tres valles de la Sierra de Guadarrama

Tejo.

Tal y como le prometí a su dueño, esta ruta y sus comentarios quedan dedicados a Tejo, el pastor alemán de Jorge. La semana pasada nos privó de su compañía para siempre por una enfermedad que le ha llevado al cielo de los canes, desde donde nos mira mientras juega con su pelota verde. La verdad es que quienes hemos pasado por este amargo trago sabemos lo mucho que se sufre con la muerte de estos “bichos”. Mi hijo, que jugó con Tejo recientemente un par de mañanas, se quedó muy triste cuando le di la noticia.

...

La idea de esta ruta sale del libro “Bicicleta de Montaña por la Comunidad de Madrid”, de Miguel Ángel Delgado. El recorrido 32, titulado por el autor “La ruta de los tres valles”, enlaza el valle de la Fuenfría, el de Valsaín y el de Navalmedio para terminar con un recorrido de 46 kms.

En mi ruta, cambio el valle de Navalmedio (descenso por el Calvario hacia Cercedilla) por el del Río Moros. Así, el recorrido se alarga lo suficiente como para disfrutar de la Sierra de Guadarrama alguna hora más.

Valle de la Fuenfría

Comienzo a subir el puerto de la Fuenfría a las 7:54 de la mañana desde la Estación de FFCC de Cercedilla. Es una ascensión que sirve como trampolín a numerosas rutas por esta impresionante zona de la Sierra de Guadarrama. Lo más duro son sus primeros kms que, aunque se hacen por asfalto, tienen porcentajes bastante serios. Una vez que se llega a la pista, la subida se vuelve bastante tendida y te va ofreciendo unas panorámicas fantásticas desde los diferentes miradores que tiene esta recorrido. Después de 55 minutos de pedaleo, en los que solo me encontré con un ciclista pasado el mirador de la Reina, llego al alto del puerto. Paro un minuto.

Carril del Gallo.

La pena ha sido no subir con Jesús, que iba con un amigo a completar la ruta Cercedilla - Segovia a través de la Fuenfría. Una comida familiar me obligó a pegarme un buen madrugón y adelantar mi salida para poder concluir a una hora decente. A ver si nos vemos pronto.

Tras la breve parada me dirijo hacia el Carril del Gallo, que me llevará al corazón del valle de Valsaín.

Valle de Valsaín

Es el epicentro de la ruta y, sin duda, donde más se disfruta de las bajadas, las subidas y de la naturaleza en general. Su plena orientación hacia el norte le da ventaja para que sus espacios estén copados de intensas tonalidades verdes. El descenso por el Carril del Gallo hasta las Siete Revueltas y la dura ascensión al puerto de Cotos son los dos momentazos con que nos va a deleitar este valle.

El carril del Gallo es un sendero ciclable practicamente al 100%. Tiene dos o tres zonas muy rotas con mucha piedra suelta, y algún tramo que complica el paso de la bici por las rocas escalonadas que pueden provocar una caída. Salvados estas dificultades con un poco de técnica y bastante valentía, o echando pie a tierra (como es mi caso), el resto es un disfrute total. Esta gozada viene a durar una media hora, siempre y cuando uno no se entretenga en el balcón de la pradera de Navalazor, pasada la primera mitad del descenso.

No parar a escuchar el silencio, un delito.

La bajada obliga a una concentración total para evitar descarrilamientos, pero aún así son apreciables los miles de pinos que te rodean y el frescor que le proporcionan al ambiente las selvas de helechos situadas en los márgenes del camino. “Es un privilegio mayúsculo poder disfrutar de sitios como este”, voy pensando mientras la bici se acelera entre troncos centenarios y poderosas rocas planchadas por la erosión y el paso del tiempo.

Y casi sin darte cuenta, cruzas uno de los innumerables arroyos que desembocan en el río Eresma. Es el fin del carril del Gallo. Un par de km por el GR10 terminan por dejarte en la carretera que sube al Puerto de Navacerrada a la altura de las Siete Revueltas.

Primera parte de la subida a Cotos.

“Ahora toca pringar”. Para subir el Puertaco de Cotos elijo remontar una revuelta por la carretera y coger el camino asfaltado del GR, en vez de bajar hasta el Puente de la Cantina y subir por el “Tubo”. Es la opción que tomamos en la ruta de la Quedada de Forobici y creo que es, dentro de la dificultad de las pendientes que hay que afrontar, la más cómoda.



"Disfrutando" la subida.


Concentración de helechos.

Comienzo del Camino Viejo del Paular.

La recompensa en forma de fuente.

Llevo 1:30h de pedaleo justo al comienzo de la ascensión. A pesar de las buenas sensaciones hasta entonces, me tomo los primeros kms con calma. El verdadero calvario llega cuando dejo el GR10, que continúa hasta La Granja, para tomar el Camino Viejo del Paular. Son unos tres kms en los que la pista se confunde, por momentos, con un muro infranqueable con rampas más allá del 16% y con una pendiente media que roza el 10%. Y todo esto aliñado con gravilla. Además, el último tramo tiene miga. Hay dos opciones para sufrirlo: el cauce pedregoso del arroyo que baja de Cotos, o el sendero que, situado a su derecha, trampea con montones de raíces. Superada cualquiera de las dos opciones, la recompensa es la meta: el alto de Cotos. Pocas subidas me dan tanta satisfacción como ésta cuando la termino, y si las piernas responden de manera digna, la satisfacción final se mezcla con el disfrute durante la subida. Al final de la ascensión, 2:06h de pedaleo. “No está mal”.

Después de casi 2:20h de ruta, solo había coincidido con un biker, aunque fuera por duplicado. La primera vez subiendo Fuenfría, y la segunda cuando él bajaba desde Cotos y yo subía el coloso. Ufff!, menudos gritos de ánimo nos dimos. Es la ventaja que tiene madrugar tanto: la sierra a tu disposición.

Tras una breve parada en la fuente que hay en el puerto, me dirijo por carretera hacia el Alto de Navacerrada para completar el triángulo que cierra mi paso por el valle de Valsaín. Son 7 kms prácticamente planos donde la presencia de carreteros ya se hace notar. Son las diez y media y el tráfico bicicletero por la sierra está cercano a su hora punta. En este tramo de asfalto intento no desgastar demasiadas energías, aunque es difícil no rodar bordeando los 30 kms/h.

Ya en el Alto de Navacerrada, remonto la carretera que lleva hacia la estación de esquí para coger el Camino Schmid. Tráfico denso. El camino ha sido violado y despojado de todo su encanto. Si antes del crimen era frecuente el tránsito de senderistas y ciclistas, aún con las dificultades técnicas por raíces y piedras, ahora que hay un piso firme y nivelado por las máquinas, es un continuo ir y venir de personas y bicis.

Por dos veces abandono el Schmid para investigar senderos que picaban hacia lo alto de la montaña. Y en las dos ocasiones tengo que abortar la idea y volver, ladera a través, a la “Autopista ”. En el sentido Navacerrada-Fuenfría, este recorrido se hace más duro que a la inversa. Dos o tres zonas de plato pequeño y rueda trasera derrapando te hacen pegarte un calentón de los que ponen las pulsaciones a mil. Ya al final del sendero, cambio impresiones con un grupo de tres bikers con los que había hecho el último tercio del camino. Estamos de acuerdo en el “asesinato” del Schmid.

Una vez en la Fuenfría tengo completados los primeros 40 kms en, aproximadamente, unas tres horas de ruta. Ya sólo queda un valle por atravesar: el del Río Moros.

Valle del Río Moros

Lo más duro de la ruta ya ha pasado. De la Fuenfría me dirijo hacia el Collado Marichiva por donde bajaré hasta la pista que bordea el embalse del Espinar. Desde este punto hasta el Refugio de Puente Negro hay un descenso por pista firme y sin apenas curvas que sirve para disfrutar del paisaje y dar un descanso a las piernas.

El valle del Río Moros toca a su fin.

Una vez en el refugio, cojo la pista que sale a la izquierda y que pasa por encima del río Moros. En apenas tres kms de subida suave y gran disfrute visual, llego hasta una valla que hay que pasar por un lateral y que da continuidad al GR88 que discurre hasta la carretera que sube al Alto del León. Esta zona, sin ser tan abrupta y salvaje como el valle de Valsaín, si comparte el mismo tipo de vegetación. En el trayecto hacia el puerto del León vuelvo a encontrarme con presencia ciclista, y también a algunos senderistas que habían salido desde San Rafael.

Ya en la carretera, toca enfrentarme al momento más pestoso de toda la ruta. La subida de apenas dos kms al alto del León por la carretera Nacional. El ancho trazado y el perfecto estado del firme sirven para que el abundante tráfico circule a gran velocidad con el consiguiente riesgo para el ciclista. Los primeros 800 metros son los peores. Aunque intenté subirlos con el plato mediano, no pasaron ni 20 metros para darme cuenta de que la única opción era el plato pequeño y los piñones altos. Y aún así, a 10 km/h. Menos mal que en el último km la pendiente casi desaparece.

Desde el Alto, y tras 1 km de bajada, salgo de la carretera para coger a la izquierda el Camino del Arcipreste. En este punto, la vegetación desaparece tal y como la he conocido a través de toda la ruta. El paisaje se torna bastante árido, con la pelada Sierra de la Molinera a mi izquierda y el comienzo de la meseta a mi derecha.

El camino del Arcipreste.

Un grupo de 4 bikers “Pro-pro” me harían compañía durante todo el Arcipreste hasta la entrada a Cercedilla. No recordaba tan sumamente roto el descenso de esta senda. Tengo que reconocer que en el tramo de bajada hasta la vía del tren las pasé canutas con las piedras. Ya en la vía, y reagrupado con el grupo que venía por detrás, nos encontramos el camino cortado por una escavadora. Más obras. Y desde este punto hasta Cercedilla, decido impregnar a la bici la velocidad suficiente como para no perder la rueda de los dos que llevaba por delante. Mmmm, como me gustan estas cosas. “Hasta otra”, les digo, mientras ellos se quedan esperando a los dos descolgados.

Termino esta aventura a las 12:41, con el bidón vacío desde hacía bastantes kms y un calor de mil demonios. Creo que ha quedado una ruta bastante maja, que toca todos los terrenos posibles para disfrutar bastante y sufrir un poquito. Se repetirá, seguro!!!

De los tres valles por los que transcurre la ruta, el recorrido que más se disfruta es el de Valsaín, tanto por la densa vegetación que lo puebla en toda su superficie, como por la mayor sensación de soledad que ofrecen sus caminos y senderos...

Y valga todo ello como recuerdo a Tejo, quien desde el cielo de los canes le envía a Jorge muchos ánimos para que disfrute de este recorrido más pronto que tarde. Que sabe que le apetece.

Guau, guau!!!

Los datos que salieron:

71,27 kms
4:48h tiempo total.
4:20h de pedaleo.
16,4 km/h s/c paradas.
1591 m de desnivel acumulado.
Cota más alta: Alto de Navacerrada (alt. 1860)
Temperatura <15/31>

sábado, 18 de julio de 2009

Por el Alto Tajo con dos 'sandokanes'

Sábado, 18 de julio.

5:30 am. Suena el despertador. Me levanto como un resorte ya que la ruta de hoy iba a ser diferente y no permite dudas ni retoces en la cama. Diferente porque la salida se encuentra a casi 200 kms de Madrid. Diferente porque será la primera ruta en la que pase noche fuera de casa para continuar montando al día siguiente. Diferente porque mis compañeros serán dos ‘sandokanes’. Sin duda, una experiencia nueva.

Me cito con Edu y Víctor en Molina de Aragón, al este de Guadalajara, entre las 9 y 9:30 para hacer acopio de víveres antes de salir a rutear. A esa hora un ’chino’ ya había abierto y gracias a su inquebrantable espíritu de trabajo pude comprar una pila para el cuenta, ya que la anterior había decidido morir justo esa mañana. Edu, por su parte, siguió su peculiar relación con el gremio frutero. Víctor, mientras, terminaba de adiestrar la presión de sus ruedas, bastante rebeldes durante las siguientes horas. Con todo listo, y tras un buen desayuno, ponemos rumbo hacia el Parque Natural del Alto Tajo.

Nos dirigimos al Barranco de la Hoz del Gallo, entrada del Parque, con las bicis bien repletas de todo lo necesario para pasar un par de días perdidos por los montes… Comida, sacos de dormir, esterillas, utensilios para cocinar, una muda por persona, y yo que sé cuántas cosas más iban repartidas entre las bicis de Edu y Víctor…

… la mía iba algo más ligerita. Es lo que tiene salir de prácticas con dos profesionales en este tipo de rutas. Espero que mis camaradas no me guarden demasiado rencor y acepten mi compañía en próximas aventuras a las que prometo ir mejor preparado.

Pasada la impresionante entrada por la Hoz del Gallo, y solucionado el primer y único pinchazo en los dos días, cogemos una pista que nos lleva hacia el pueblecito de Cuevas Labradas.

Para entonces ya algunos necesitaban imperiosamente aligerar sus alforjas de peso. Mientras, la temperatura remontaba de modo pausado desde los 9ºC con los que nos recibió en Molina de Aragón a las 9:00 am.

Y a pesar de eliminar tan solo el peso de una manzana, ya subía las cuestas con otra cara.

El paisaje que nos rodea es espectacular. Vamos por una interminable garganta, paralelos al río, y solo el paso de algún coche enturbia la solemne paz del lugar. La ruta promete. Próxima estación: Puente de San Pedro.

El rodar es tranquilo, aunque la favorable orografía nos hacía ir más rápidos de lo previsto. Aún así, es complicado no disfrutar del entorno con más paradas de las frecuentes. E incluso a veces es necesario dejar a tus compañeros avanzar mientras uno se empapa de las esencias del lugar. Quién lo diría en otro tipo de rutas…

Buena charla encima de una bici con un telón de fondo propio de un cuento de hadas. Estamos cerca del Puente de San Pedro, o “Aquí no se mueve ni Dios”, célebre frase que uno de nosotros espetó al comprobar como dos cicloturistas (ellas) preparaban sus máquinas para realizar una excursión por el lugar. “¿Sois ciclistas, verdad?”, atinó el don Juan a decir, mientras los otros dos doblaban sus espinazos por las risas.

Metidos en el GR10 dirección a Poveda de la Sierra, o "lo que surja", por que en estas aventuras he comprobado como la improvisación es la madre que guía nuestros destinos. Si estás cansado, se descansa; si te apetece bañarte, uno se baña; que quieres investigar este sendero, se investiga; que quieres trastear por este otro, pues trasteas; que te viene a visitar Morfeo después de almorzar, pues una siesta reparadora bajo una buena sombra se hace imprescindible; ¿Y la noche?, ¿Dónde pasa uno la noche?, pues en el mejor sitio posible una vez lo descubras, y eso nunca sabes cuándo va a ocurrir. Y así, las horas y la ruta transcurren en paz, sin prisas, sin apresuramientos, con la única urgencia de poner los cinco sentidos a la máxima potencia para no perderse nada.

Aunque a veces te viene a visitar la bestia que llevas dentro y te pones a subir pendientes del 3% a 40 km/h y levantando una polvareda propia de un mercancías…

… Pero solo cuando sabes que la recompensa está a escasos metros en forma de un extraordinario baño y un suculento aperitivo a base de tomates de ½ kg, queso curado y fuet. A lo largo de nuestro recorrido paralelo al río Tajo se hacía difícil seleccionar un lugar para disfrutar de sus aguas. Cientos de pozas de un impresionante color esmeralda salpican su cauce.

Avanzar. Avanzar se hace difícil cuando el paisaje te hipnotiza con un entramado de rocas, arboledas y pinares infinitos.

“Espero que los colores salgan en las fotos”, comenta Víctor mientras disfrutamos de un enjambre de tonalidades verdes que se pierden en el más allá. Y mientras, buscamos un puente con una gran poza bajo su arco de medio punto que nos estaba retrasando la comida. Hora tope para encontrarlo, las 16:00.

A Edu le llevábamos con el gancho ya que quería despojarse de los calores sin esperar a ningún sitio especial. Para él, cada recoveco del Tajo tenía su magia.

Y como si de una ciudad encantada se tratase, nuestro caminar se hacía lento hacia ese lugar que una forestal nos emplazó a unos 5 kms de distancia.

Las rocas con forma de aguja toman un protagonismo impresionante en este tramo del Parque.

16:30h. Por fin el famoso puente. Dejar las bicis y ponernos el bañador de una vez es posible.

Y con el cuerpo fresco y la barriga llena, el sopor te visita.
Es la hora de la siesta.
Unos duermen tumbados…

Otros sueñan de pie.

Y algunos en calzoncillos…

… se quedan más calmados.

Con el atardecer nos despedimos de este fantástico lugar. Nos quedan unas dos horas de luz. Dudamos entre llegar hasta Peralejo de las Truchas (a unos 20 kms) o buscar un sitio para pasar la noche y que nos permita otro chapuzón. En el Puente de Poveda decidimos salir de la carretera y coger la pista que lleva hasta el salto de Poveda, donde el Tajo echa sus aguas 30 metros más abajo en una espectacular cascada. Pero de camino a este lugar damos con el refugio de Fuente del Berro, justo al lado de un campamento de Scouts. Aquí haremos noche. Mientras Víctor y Edu se dedican a hacer el Tarzán en el río con una liana atada a un árbol (véase video), yo decido subir los tres kms hasta el salto de agua y, de paso, buscar alguna fuente en el lugar.

Atardeciendo, las murallas rocosas se hacen, si cabe, más espectaculares.

El salto de Poveda. No será el fin de mi solitaria excursión ya que seguí por una pista que picaba para arriba hasta un mirador que me dejó algunos minutos en grado de éxtasis.

Enfrente del Refugio Fuente del Berro listos para cenar entre álamos y pinos de gran altura. Después de un día para no olvidar había que reponer fuerzas. Unas mesas de piedra, el Tajo a pocos metros… Y nuestras amigas ciclistas que aparecen para pasar noche en el mismo lugar.

Domingo, 19 de julio.

La noche ya ha terminado. Para unos más deprisa que para otros ya que yo no pegué ojo debido al frío. Un saco de dormir fino tipo sábana y la ropa de abrigo que llevé fue mi única e insuficiente defensa contra una noche heladora. A las 4:30 am, ya desesperado, saqué la manta térmica para evitar la congelación, y gracias a ella pude terminar dignamente los gélidos momentos previos al amanecer. Mientras, mis dos compañeros dormían como cosacos en sus sacos de plumas. Está claro que pagué la novatada. La próxima vez prometo pasar la noche sudando como una oruga.

Entre unas cosas y otras (había que despedirse de las chicas) salimos sobre las 10:30 del campamento dirección Taravilla. Pronto nos salen al paso unas rampas del 13% y hasta el 16% que durarán no más de tres o cuatro kms, aunque una larga bajada donde volamos a casi 80 km/h nos alivió un poco las piernas. Hay que destacar como mis compañeros ‘sandokanes’ afrontan las subidas con unas bicis repletas de kilogramos. Menudo entrenamiento el que se meten con estas aventuras.

Parada obligatoria en un mirador donde se aprecia el espectáculo natural que el Tajo ha creado a su paso. Víctor en catarsis.

Tremenda la explosión de vida que tiene esta zona. Ha merecido la pena venir y descubrir un rincón más dentro de nuestra geografía.

Vista de la zona donde se sitúa el campamento y el Refugio Fuente del Berro.

Vuelven las rampas duras, aunque esta vez no llegaron a 2 kms. Sobre las 12:15 llegamos a Taravilla donde tomamos unos buenos bocadillos y rememoramos los momentos pasados. Aquí me separo de mis compañeros ya que la familia me esperaba. Ellos ponen rumbo hacia Baños del Tajo y yo cojo una carretera que en 23 kms me llevará hasta Molina de Aragón.

Entrada en Molina de Aragón y fin de esta fantástica aventura. Habrá más de este tipo, seguro.

Finalmente terminé los dos días con 105 kms (72+33), todos muy tranquilos y relajados. Las cuentas de Edu y Víctor son diferentes ya que la ruta que hicieron el domingo fue más larga que la mía. En cualquier caso, descubrir estos paisajes ha sido una increíble experiencia digna de ser repetida.

Por último quiero agradecer a mis compañeros el apoyo logístico que me brindaron durante la ruta, así como mi admiración por demostrar una increíble capacidad de amoldamiento ante todas las situaciones que te va exponiendo el recorrido. Ha sido todo un ejercicio práctico rodar con estos dos ‘sandokanes’.

domingo, 5 de julio de 2009

De Cercedilla al balcón de Pasapán

Sólo una montaña hasta hoy me había brindado la sensación de volar como un pájaro por encima de la meseta castellana: el Pico Tres Provincias (alt. 2129). Hoy, tengo un segundo mirador desde donde contemplar la inmensidad de Castilla a vista de águila, y está un poco más arriba del Puerto de Pasapán (alt. 1843), a 2000 metros. Para llegar a este lugar hay que subir y padecer la pista que sale desde lo alto del puerto y olvidarse de los 9 kms de rampas que uno ha dejado atrás, asunto éste verdaderamente complicado. Sólo 2 kms y pico y 150 metros de desnivel más nos han separado unas cuantas veces de este privilegiado balcón. Merece la pena visitarlo.

Unos días después del castigo físico y mental que supuso mi primera Pedals de Foc Non Stop, y más o menos recuperado, voy perfilando la ruta que cerrará el círculo al tremendo rutón por los Pirineos con otra visita a Pasapán, pero esta vez saltándome la parte de la Bola del Mundo y la Loma del Noruego.

Para ello cuento con un día soleado de los que permiten ver el perfil de las montañas desde cientos de kms de distancia, acompañado del calor propio de estas fechas. La historia de esta ruta está motivada por la curiosidad que me provoca comprobar a dónde lleva la pista que sigue hacia lo alto de la montaña en el puerto de Pasapán y que siempre hemos obviado en los pasos por este lugar.

Bajada a la Fuente de la reina.

Así, la salida desde Cercedilla para subir a la Fuenfría la hago con un ritmo superior al de dos semanas atrás, ya que el recorrido de hoy elimina la parte dura que supone el camino Smith, las duras subidas a la Bola del Mundo y a la Fuente de la Reina por el GR10.

Tras algo menos de 50 minutos llego al alto de la Fuenfría donde me encuentro la típica aglomeración de senderistas que suele haber en esta época del año. Continúo sin parar por la calzada romana hacia la Fuente de la Reina. Llegando a este lugar me doy cuenta de que el bidón del agua se me había caído. “Y hoy voy sin mochila”. El portabidones (de carbono) se había partido producto de las intensas vibraciones que soporta esa zona del cuadro.

Sin entrar a valorar nada más, no me cabe otra que remontar la pista por donde estaba bajando y recuperar el objeto perdido. De lo contrario, me iban a ver en casa muuuucho antes de lo previsto, ya que, aun teniendo localizadas dos fuentes en el recorrido, no podía aventurarme a realizar la subida a Pasapán sin reserva líquida. Inviable.

Alrededor de un km y medio más arriba encontré al saltarín de mi amigo porta-líquidos, dando por buena la búsqueda. Volverme a casa a las diez y pico de la mañana hubiera sido un duro golpe.

En la Fuente de la Reina había unos cuantos ciclistas efectuando la parada casi obligatoria en el lugar, y más abajo, en los Montes de Valsaín, y en el inicio de la Cañada Soriana, también me crucé con otros tantos.

Montes de Valsaín.

Hacia la Cañada Soriana.

No volveré a ver a nadie más hasta la subida del rampón que hay nada más pasar el embalse de Revenga, que acogía hoy a numerosos pescadores, donde tres ciclistas me saludan con cara de no estar disfrutando demasiado el terreno rompepiernas de la zona.

Hago sin novedad el resto del recorrido por el GR88 hasta la Fuente de Paco, donde paro para reponer líquidos y refrescarme. Lo de costumbre. Observo como la falta de lluvia ha convertido la Cañada en un erial amarillo solo refrescado por el verde intenso de la vegetación que pueblan las montañas cercanas.

Cuadro costumbrista.

Repuesto de líquido y tras comer una barrita, me dirijo hacia la entrada del Puerto, y tras una severa lucha con el portón giratorio para meter la bici (al final la subí a pulso por encima de la valla), comienzo con la pista que casi 9 kms después te deja en lo alto del puerto. En el trayecto, a media subida, me encuentro con un biker que pedaleaba bastante tranquilo y que unos kms más arriba, cuando las últimas revueltas te dan la panorámica de buena parte de la ascensión, veo como se da la vuelta y pone pies en polvorosa.

Hiperventilación.

Sube que te sube...

Ya queda menos...

Como mire a un lateral, me ensarta.

“Pues vaya”, pienso, “me toca abrir y cerrar todos las cercas”. Y así, tras cincuenta minutos más o menos, llego arriba, donde unas cornudas vacas me esperan con sus cencerros ‘tolón-tolón’.

Y ahora, donde siempre bajaba hacia la arrastradera que te deja en el embalse del Espinar, tocaba seguir subiendo hacia no sabía bien dónde. Por las referencias del mapa de la zona, el trayecto no podía ser demasiado largo (2 o 3 kms a lo sumo), pero ignoraba el estado de la pista y el desnivel.

Muy al fondo, las antenas de la Bola del Mundo.

Los primeros 500 metros están bastante rotos y me cuesta avanzar por ellos a más de 7 u 8 kms/h. Una vez pasada la primera revuelta y tras un portón que dejo abierto para la bajada, la pista se convierte en dos roderas creadas por los todo terrenos, aunque por lo crecido de las yerbas, por ahí no deben pasar a menudo los forestales. A medida que se sube, los matorrales van estrangulando la pista, y los pinos bajos crecen en las veredas del camino con la suficiente concentración como para esconder cualquier tipo de alimañas.

Impresionante panarómica de la subida al puerto.

Bien podría ser la imagen de la Meseta Norte desde Tres Provincias.

El Puerto de Pasapán desde arriba.

Efectivamente, tras dos kms y pico y 150 metros de desnivel llego arriba. Un pequeño refugio en ruinas me da la bienvenida y me ofrece contemplar desde el balcón donde se asienta su envejecida construcción, las impresionantes vistas al norte, sur, este y oeste. Sobretodo cautivan las del norte, con la inmensa Castilla a tus pies y sus tonalidades amarillentas, donde las numerosas poblaciones que se divisan (incluida Segovia) se ven reducidas a unas manchas oscuras cual chapapote en el vasto océano. Esta sensación donde ningún obstáculo se interpone entre los ojos de uno y el infinito solo me la había ofrecido el Pico Tres Provincias, en el centro de la Sierra Cebollera, al noreste de Somosierra.

Esta atalaya de unos 1000 m2 es el comienzo de la Sierra de Quintanar, que llega hasta las primeras estribaciones de los Ángeles de San Rafael, y que se podría atravesar por la cuerda de la montaña por un difuminado sendero.

El Embalse del Espinar.

Tras disfrutar un rato en este memorable lugar y su majestuosa tranquilidad, desciendo por la pista hasta el Puerto de Pasapán donde, ahora sí, salgo por el camino que me lleva hasta la tremenda arrastradera. En ese momento no tenía muy claro si quería bajar sus exagerados desniveles de hasta el 35%, aliñados con montones de piedras sueltas, montado a lomos de mi bici. Pero una vez te metes en harina, o te caes, o sigues hasta abajo. “Arrrrrrgggghhhh, que dolor de dedos”, alcanzo a decir a los pies de este monstruo.

Marichiva, una de cal y dos de arena.

De camino al Collado Marichiva repongo agua en la pequeña fuente que hay poco antes de cruzar el río Moros. Por entonces vuelvo a ver la presencia humana que no percibía desde el embalse de Revenga. El calor apretaba y las fuerzas iban ya justas, así que hasta los pies del famoso collado me lo tomo con tranquilidad.

Superada la última subida del día (que termina por fulminarte en apenas 15 minutos de tortuosa pendiente, piedras y tierra suelta), cojo la trialera que se haya frente al portón y refuerzo la sensación de sufrimiento-disfrute que aporta esta bajada llena de podrolos, raíces, troncos caídos y senderos que obligan a un continuo zigzageo y a una perpetua frenada express. Hoy ha habido más sufrimiento que disfrute por el intenso dolor en la mano izquierda, reproducido por este tipo de terreno triturador de lesiones, tras la caída en la Loma del Noruego hace 15 días.

El (sucio) reflejo de la satisfacción.

Una vez en el coche tengo la sensación de que esta ruta ha sido algo así como un homenaje a Tres Provincias desde la parte más occidental de la Sierra de Guadarrama. Dos puntos cardinales que bien podrían ser el inicio y final de una posible “Trans Guadarrama”.

Joer… ¡Qué peligro tiene la mente…!

Datos de la ruta:
65,34 kms
5:26 h de tiempo total.
4:38 h de pedaleo
14,1 kms/h s/c paradas
70,0 velocidad máxima
1834 metros de desnivel acumulado
Cota más alta: Refugio en ruinas del alto de Pasapán (alt. 1998)
Temperatura <17/27>


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